Recientemente me han intentado convencer de lo positivo que es la visita del Papa a propósito de las Jornadas Mundiales de la Juventud (de un porcentaje de la juventud, habría que añadir). Más concretamente, me pretendían convencer de lo conveniente del coste público que supone para todos los españoles (dado que las administraciones públicas no fabrican dinero: gestionan el de los ciudadanos) y de los beneficios que supondría el evento, especialmente para Madrid, en términos económicos.
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